Literatura - 6° año

6to año - Literatura


¡Bienvenidos al último año! No es difícil pero no se duerman. Arrancamos con tres tangos en columnados para la lectura. Algo diferente, pero interesante para analizar. 

Para 6to 2da les dejo mi mail de contacto para consulta, dudas o entrega de trabajos y la clave de un Classroom que abrí para ustedes:
noeliawach@gmail.com y clave de Classroom pxxuwbk




Mi noche triste 
Amablemente
Cuando me entres a fallar
Música:  Samuel Castriota                             Letra: Pascual Contursi
Música: Edmundo Rivero
Letra: Iván Diez
Música: José María Aguilar
Letra: Celedonio Flores
Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo
pa'olvidarme de tu amor.
Cuando voy a mi cotorro
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar;
me detengo largo rato
campaneando tu retrato
pa poderme consolar.
Ya no hay en el bulín
aquellos lindos frasquitos,
arreglados con moñitos
todos del mismo color.
El espejo está empañado
y parece que ha llorado
por la ausencia de tu amor.
De noche, cuando rne acuesto
no puedo cerrar la puerta,
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés.
Siempre llevo bizcochitos
pa tomar con matecitos
como si estuvieras vos,
y si vieras la catrera
cómo se pone cabrera
cuando no nos ve a los dos.
La guitarra, en el ropero
todavía está colgada:
nadie en ella canta nada
ni hace sus cuerdas vibrar.
Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar.
La encontró en el bulín y en otros brazos...
Sin embargo, canchero y sin cabrearse,
le dijo al gavilán: "Puede rajarse;
el hombre no es culpable en estos casos."

Y al encontarse solo con la mina,
pidió las zapatillas y ya listo,
le dijo cual si nada hubiera visto:
"Cebame un par de mates, Catalina."

La mina, jaboneada, le hizo caso
y el varón, saboreándose un buen faso,
la siguió chamuyando de pavadas...

Y luego, besuqueándole la frente,
con gran tranquilidad, amablemente,
le fajó treinta y cuatro puñaladas.

He rodao como bolita de pebete arrabalero
y estoy fulero y cachuso por los golpes, ¿qué querés?
Cuantas veces con un cuatro a un envido dije ¡Quiero!...
y otra vez me fui a baraja y tenía treinta y tres.
Te conocí cuando entraba a fallarme la carpeta,
me ganaste con bondades poco a poco el corazón.
El hombre como el caballo, cuando ha llegado a la meta
afloja el tren de carrera y se hace manso y sobón.
Vos sos buena, no te alcanza ni el más mínimo reproche
y sos para mí una amiga desinteresada y leal,
una estrella en lo triste de mi noche,
una máscara de risa en mi pobre carnaval...
Vos me torciste la vida, te pusiste en mi camino
para alumbrarme con risas, con amor y con placer.
Y entré a quererte, por esa ley del destino
sin darme cuenta que estaba ya viejo para querer...
¿Viejo?...Porque tengo miedo que me sobrés en malicia.
¿Viejo?...Porque desconfío que me querés amurar.
Porque me estoy dando cuenta que fue mi vida ficticia
y porque tengo otro modo de ver y filosofar.
Sin embargo, todavía, si se me cuadra y me apuran
puedo mostrarle a cualquiera que sé hacerme respetar.
Te quiero como a mi madre, pero me sobra bravura
pa'hacerte saltar pa'arriba "Cuando me entrés a fallar".

1) A partir de lo leído: 
Escribir un breve texto en el que se caractericen y se relacionen las ideas de  amor, la mujer, el hombre y la vida en las letras de los tangos.


Hombre de la esquina rosada


Borges, Jorge Luis (1935) en Historia universal de la infamia
    A Enrique Amorim

A mi, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo lo conocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque el sabía tallar más bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupe y la Batería. Arriba de tres veces no lo traté, y ésas en una misma noche, pero es noche que no se me olvidará, como que en ella vino la Lujanera porque sí a dormir en mi rancho y Rosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo. A ustedes, claro que les falta la debida esperiencia para reconocer ése nombre, pero Rosendo Juárez el Pegador, era de los que pisaban más fuerte por Villa Santa Rita. Mozo acreditao para el cuchillo, era uno de los hombres de don Nicolás Paredes, que era uno de los hombres de Morel. Sabía llegar de lo más paquete al quilombo, en un oscuro, con las prendas de plata; los hombres y los perros lo respetaban y las chinas también; nadie inoraba que estaba debiendo dos muertes; usaba un chambergo alto, de ala finita, sobre la melena grasienta; la suerte lo mimaba, como quien dice.
Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir. Sin embargo, una noche nos ilustró la verdadera condición de Rosendo.
Parece cuento, pero la historia de esa noche rarísima empezó por un placero insolente de ruedas coloradas, lleno hasta el tope de hombres, que iba a los barquinazos por esos callejones de barro duro, entre los hornos de ladrillos y los huecos, y dos de negro, dele guitarriar y aturdir, y el del pescante que les tiraba un fustazo a los perros sueltos que se le atravesaban al moro, y un emponchado iba silencioso en el medio, y ése era el Corralero de tantas mentas, y el hombre iba a peliar y a matar. La noche era una bendición de tan fresca; dos de ellos iban sobre la capota volcada, como si la soledá juera un corso. Ese jue el primer sucedido de tantos que hubo, pero recién después lo supimos. Los muchachos estábamos dende temprano en el salón de Julia, que era un galpón de chapas de cinc, entre el camino de Gauna y el Maldonado. Era un local que usté lo divisaba de lejos, por la luz que mandaba a la redonda el farol sinvergüenza, y por el barullo también. La Julia, aunque de humilde color, era de lo más conciente y formal, así que no faltaban musicantes, güen beberaje y compañeras resistentes pal baile. Pero la Lujanera, que era la mujer de Rosendo, las sobraba lejos a todas.
Se murió, señor, y digo que hay años en que ni pienso en ella, pero había que verla en sus días, con esos ojos. Verla, no daba sueño.
La caña, la milonga, el hembraje, una condescendiente mala palabra de boca de Rosendo, una palmada suya en el montón que yo trataba de sentir como una amistá: la cosa es que yo estaba lo más feliz. Me tocó una compañera muy seguidora, que iba como adivinándome la intención. El tango hacía su voluntá con nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar. En esa diversion estaban los hombres, lo mismo que en un sueño, cuando de golpe me pareció crecida la música, y era que ya se entreveraba con ella la de los guitarreros del coche, cada vez más cercano. Después, la brisa que la trajo tiró por otro rumbo, y volví a atender a mi cuerpo y al de la compañera y a las conversaciones del baile. Al rato largo llamaron a la puerta con autoridá, un golpe y una voz. En seguida un silencio general, una pechada poderosa a la puerta y el hombre estaba adentro. El hombre era parecido a la voz.
Para nosotros no era todavía Francisco Real, pero sí un tipo alto, fornido, trajeado enteramente de negro, y una chalina de un color como bayo, echada sobre el hombro. La cara recuerdo que era aindiada, esquinada.
Me golpeó la hoja de la puerta al abrirse. De puro atolondrado me le jui encima y le encajé la zurda en la facha, mientras con la derecha sacaba el cuchillo filoso que cargaba en la sisa del chaleco, junto al sobaco izquierdo. Poco iba a durarme la atropellada. El hombre, para afirmarse, estiró los brazos y me hizo a un lado, como despidiéndose de un estorbo. Me dejó agachado detrás, todavía con la mano abajo del saco, sobre el arma inservible. Siguió como si tal cosa, adelante. Siguió, siempre más alto que cualquiera de los que iba desapartando, siempre como sin ver. Los primeros - puro italianaje mirón- se abrieron como abanico, apurados. La cosa no duró. En el montón siguiente ya estaba el Inglés esperándolo, y antes de sentir en el hombro la mano del forastero, se le durmió con un planazo que tenía listo. Jue ver ese planazo y jue venírsele ya todos al humo. El establecimiento tenía más de muchas varas de fondo, y lo arriaron como un cristo, casi de punta a punta, a pechadas, a silbidos y a salivazos. Primero le tiraron trompadas, después, al ver que ni se atajaba los golpes, puras cachetadas a mano abierta o con el fleco inofensivo de las chalinas, como riéndose de él. También, como reservándolo pa Rosendo, que no se había movido para eso de la paré del fondo, en la que hacía espaldas, callado. Pitaba con apuro su cigarrillo, como si ya entendiera lo que vimos claro después. El Corralero fue empujado hasta él, firme y ensangrentado, con ése viento de chamuchina pifiadora detrás. Silbando, chicoteado, escupido, recién habló cuando se enfrentó con Rosendo. Entonces lo miró y se despejo la cara con el antebrazo y dijo estas cosas:
Yo soy Francisco Real, un hombre del Norte. Yo soy Francisco Real, que le dicen el Corralero. Yo les he consentido a estos infelices que me alzaran la mano, porque lo que estoy buscando es un hombre. Andan por ahí unos bolaceros diciendo que en estos andurriales hay uno que tiene mentas de cuchillero, y de malo, y que le dicen el Pegador. Quiero encontrarlo pa que me enseñe a mi, que soy naides, lo que es un hombre de coraje y de vista.
Dijo esas cosas y no le quitó los ojos de encima. Ahora le relucía un cuchillón en la mano derecha, que en fija lo había traído en la manga. Alrededor se habían ido abriendo los que empujaron, y todos los mirábamos a los dos, en un gran silencio. Hasta la jeta del mulato ciego que tocaba el violín, acataba ese rumbo.
En eso, oigo que se desplazaban atrás, y me veo en el marco de la puerta seis o siete hombres, que serían la barra del Corralero. El más viejo, un hombre apaisanado, curtido, de bigote entrecano, se adelantó para quedarse como encandilado por tanto hembraje y tanta luz, y se descubrió con respeto. Los otros vigilaban, listos para dentrar a tallar si el juego no era limpio.
¿Qué le pasaba mientras tanto a Rosendo, que no lo sacaba pisotiando a ese balaquero? Seguía callado, sin alzarle los ojos. El cigarro no sé si lo escupió o si se le cayó de la cara. Al fin pudo acertar con unas palabras, pero tan despacio que a los de la otra punta del salón no nos alcanzo lo que dijo. Volvió Francisco Real a desafiarlo y él a negarse. Entonces, el más muchacho de los forasteros silbó. La Lujanera lo miró aborreciéndolo y se abrió paso con la crencha en la espalda, entre el carreraje y las chinas, y se jue a su hombre y le metió la mano en el pecho y le sacó el cuchillo desenvainado y se lo dio con estas palabras: Rosendo, creo que lo estarás precisando.
A la altura del techo había una especie de ventana alargada que miraba al arroyo. Con las dos manos recibió Rosendo el cuchillo y lo filió como si no lo reconociera. Se empinó de golpe hacia atrás y voló el cuchillo derecho y fue a perderse ajuera, en el Maldonado. Yo sentí como un frío. 
De asco no te carneo  dijo el otro, y alzó, para castigarlo, la mano. Entonces la Lujanera se le prendió y le echó los brazos al cuello y lo miró con esos ojos y le dijo con ira:
Dejálo a ése, que nos hizo creer que era un hombre.
Francisco Real se quedó perplejo un espacio y luego la abrazó como para siempre y les gritó a los musicantes que le metieran tango y milonga y a los demás de la diversión, que bailáramos. La milonga corrió como un incendio de punta a punta. Real bailaba muy grave, pero sin ninguna luz, ya pudiéndola.
Llegaron a la puerta y grito:
¡Vayan abriendo cancha, señores, que la llevo dormida!
Dijo, y salieron sien con sien, como en la marejada del tango, como si los perdiera el tango.
Debí ponerme colorao de vergüenza. Di unas vueltitas con alguna mujer y la planté de golpe. Inventé que era por el calor y por la apretura y jui orillando la paré hasta salir. Linda la noche, ¿;para quien? A la vuelta del callejón estaba el placero, con el par de guitarras derechas en el asiento, como cristianos. Dentre a amargarme de que las descuidaran así, como si ni pa recoger changangos sirviéramos. Me dió coraje de sentir que no éramos naides. Un manotón a mi clavel de atrás de la oreja y lo tiré a un charquito y me quedé un espacio mirándolo, como para no pensar en más nada. Yo hubiera querido estar de una vez en el día siguiente, yo me quería salir de esa noche. En eso, me pegaron un codazo que jue casi un alivio. Era Rosendo, que se escurría solo del barrio.
Vos siempre has de servir de estorbo, pendejo  me rezongó al pasar, no sé si para desahogarse, o ajeno. Agarró el lado más oscuro, el del Maldonado; no lo volví a ver más.
Me quedé mirando esas cosas de toda la vida cielo hasta decir basta, el arroyo que se emperraba solo ahí abajo, un caballo dormido, el callejón de tierra, los hornos y pensé que yo era apenas otro yuyo de esas orillas, criado entre las flores de sapo y las osamentas. ¿Que iba a salir de esa basura sino nosotros, gritones pero blandos para el castigo, boca y atropellada no más? Sentí después que no, que el barrio cuanto más aporriao, más obligación de ser guapo.
¿Basura? La milonga déle loquiar, y déle bochinchar en las casas, y traía olor a madreselvas el viento. Linda al ñudo la noche. Había de estrellas como para marearse mirándolas, una encima de otras. Yo forcejiaba por sentir que a mí no me representaba nada el asunto, pero la cobardía de Rosendo y el coraje insufrible del forastero no me querían dejar. Hasta de una mujer para esa noche se había podido aviar el hombre alto. Para esa y para muchas, pensé, y tal vez para todas, porque la Lujanera era cosa seria. Sabe Dios qué lado agarraron. Muy lejos no podían estar. A lo mejor ya se estaban empleando los dos, en cualesquier cuneta.
Cuando alcancé a volver, seguía como si tal cosa el bailongo.
Haciéndome el chiquito, me entreveré en el montón, y vi que alguno de los nuestros había rajado y que los norteros tangueaban junto con los demás. Codazos y encontrones no había, pero si recelo y decencia. La música parecía dormilona, las mujeres que tangueaban con los del Norte, no decían esta boca es mía.
Yo esperaba algo, pero no lo que sucedió.
Ajuera oímos una mujer que lloraba y después la voz que ya conocíamos, pero serena, casi demasiado serena, como si ya no juera de alguien, diciéndole:
Entrá, m'hija  y luego otro llanto. Luego la voz como si empezara a desesperarse.
¡Abrí te digo, abrí gaucha arrastrada, abrí, perra!  se abrió en eso la puerta tembleque, y entró la Lujanera, sola. Entró mandada, como si viniera arreándola alguno.
La está mandando un ánima  dijo el Inglés.
Un muerto, amigo  dijo entonces el Corralero. El rostro era como de borracho. Entró, y en la cancha que le abrimos todos, como antes, dio unos pasos marcado alto, sin ver y se fue al suelo de una vez, como poste. Uno de los que vinieron con él, lo acostó de espaldas y le acomodó el ponchito de almohada. Esos ausilios lo ensuciaron de sangre. Vimos entonces que traiba una herida juerte en el pecho; la sangre le encharcaba y ennegrecía un lengue punzó que antes no le oservé, porque lo tapó la chalina. Para la primera cura, una de las mujeres trujo caña y unos trapos quemados. El hombre no estaba para esplicar. La Lujanera lo miraba como perdida, con los brazos colgando. Todos estaban preguntándose con la cara y ella consiguió hablar. Dijo que luego de salir con el Corralero, se jueron a un campito, y que en eso cae un desconocido y lo llama como desesperado a pelear y le infiere esa puñalada y que ella jura que no sabe quién es y que no es Rosendo. ¿Ouién le iba a creer?
El hombre a nuestros pies se moría. Yo pensé que no le había temblado el pulso al que lo arregló. El hombre, sin embargo, era duro. Cuando golpeó, la Julia había estao cebando unos mates y el mate dió Ia vuelta redonda y volvió a mi mano, antes que falleciera. "Tápenme la cara", dijo despacio, cuando no pudo más. Sólo le quedaba el orgullo y no iba a consentir que le curiosearan los visajes de la agonía. Alguien le puso encima el chambergo negro, que era de copa altísima. Se murió abajo del chambergo, sin queja. Cuando el pecho acostado dejó de subir y bajar, se animaron a descubrirlo. Tenía ese aire fatigado de los difuntos; era de los hombres de más coraje que hubo en aquel entonces, dende la Batería hasta el Sur; en cuanto lo supe muerto y sin habla, le perdí el odio.
Para morir no se precisa más que estar vivo  dijo una del montón, y otra, pensativa también:
Tanta soberbia el hombre, y no sirve más que pa juntar moscas.
Entonces los norteros jueron diciéndose un cosa despacio y dos a un tiempo la repitieron juerte después.
Lo mató la mujer.
Uno le grito en la cara si era ella, y todos la cercaron. Ya me olvidé que tenía que prudenciar y me les atravesé como luz. De atolondrado, casi pelo el fiyingo. Sentí que muchos me miraban, para no decir todos. Dije como con sorna:
Fijensén en las manos de esa mujer. ¿Qué pulso ni que corazón va a tener para clavar una puñalada?
Añadí, medio desganado de guapo:
¿Quién iba a soñar que el finao, que asegún dicen, era malo en su barrio, juera a concluir de una manera tan bruta y en un lugar tan enteramente muerto como éste, ande no pasa nada, cuando no cae alguno de ajuera para distráirnos y queda para la escupida después?
El cuero no le pidió biaba a ninguno.
En eso iba creciendo en la soledá un ruido de jinetes. Era la policía. Quien más, quien menos, todos tendrían su razón para no buscar ese trato, porque determinaron que lo mejor era traspasar el muerto al arroyo. Recordarán ustedes aquella ventana alargada por la que pasó en un brillo el puñal. Por ahí paso después el hombre de negro. Lo levantaron entre muchos y de cuantos centavos y cuanta zoncera tenía lo aligeraron esas manos y alguno le hachó un dedo para refalarle el anillo. Aprovechadores, señor, que así se le animaban a un pobre dijunto indefenso, después que lo arregló otro más hombre. Un envión y el agua torrentosa y sufrida se lo llevó. Para que no sobrenadara, no se si le arrancaron las vísceras, porque preferí no mirar.
El de bigote gris no me quitaba los ojos. La Lujanera aprovechó el apuro para salir.
Cuando echaron su vistazo los de la ley, el baile estaba medio animado. El ciego del violín le sabía sacar unas habaneras de las que ya no se oyen. Ajuera estaba queriendo clariar. Unos postes de ñandubay sobre una lomada estaban como sueltos, porque los alambrados finitos no se dejaban divisar tan temprano.
Yo me fui tranquilo a mi rancho, que estaba a unas tres cuadras. Ardía en la ventana una lucecita, que se apagó en seguida. De juro que me apure a llegar, cuando me di cuenta.
Entonces, Borges, volví a sacar el cuchillo corto y filoso que yo sabía cargar aquí, en el chaleco, junto al sobaco izquierdo, y le pegué otra revisada despacio, y estaba como nuevo, inocente, y no quedaba ni un rastrito de sangre.





El tango es una expresión musical del área rioplatense, en cuya poética se recogen, transforman e inventan variantes lingüísticas  y se crean metáforas a partir de la cultura de los sectores marginales, similar al blues de las comunidades afroamericanas en Norteamérica. Los tópicos y las características del tango, en sus orígenes, son las propias del mundo del arrabal: las tragedias personales, la exaltación del fracaso, el uso del lunfardo y el cocoliche, el presente como algo ya perdido, la nostalgia del pasado, la pérdida irremediable del amor, la amistad como necesidad insatisfecha. El nacimiento del tango-canción se produjo en 1917 con la letra de Mi noche triste

https://lh6.googleusercontent.com/9PHaQVnxT0GLz6a3KP3yFRfWr-MljZxUtEwruiy3EWcmieZVSZjmwaFS5NeWtAdypb6sYSW7rftCTCvnIvvD11VwbaavGHjmJd_z9BIQXAMQ2E7jaGpgvfBEKjOkyj69x8mPiN6OKm5kIxEvNA
Después de las lecturas 
  1. A partir del artículo de Wikipedia, explicar qué personajes del cuento se pueden considerar “compadritos” y por qué
  2. ¿Qué estrategias utiliza Borges en cuanto al lenguaje para recrear el escenario arrabalero? 
  3. Identifiquen las palabras propias del cocoliche y el lunfardo en el texto. Intenten determinar su significado






La vida de los pobres: El conventillo



Los conventillos eran las viviendas en las que comúnmente vivían las familias más humildes.  Algunos de ellos eran antiguas residencias convertidas en casas de alquiler, otras, eran construcciones de baja inversión. La finalidad era recaudar.
 Vivir en un conventillo no era fácil. La intimidad estaba reservada a un solo cuarto por familia, dividido por biombos o cortinas. Los baños y el patio, donde se encontraban las cocinas y los piletones para lavar la ropa, eran lugares comunes y, generalmente, de conflicto. En los patios se entremezclaban los aromas de las comidas, las flores y los sumideros, atravesados por alambres para tender la ropa.  
Los inquilinos eran porteños, provincianos y extranjeros, que sufrían los problemas de vivir en tales condiciones: la falta de espacio y de higiene, el hacinamiento y la promiscuidad. 
Actualmente, en el barrio de La Boca, los conventillos son una atracción turística, especialmente  el pasaje denominado “caminito”. El colorido de los conventillos se debe a la utilización de los restos de pintura de los barcos. 

Actividad 3: Imaginen y narren cómo sería un día habitual de sus vidas si vivieran en un conventillo



Enrique Santos Discépolo
Yira Yira
El choclo
Cambalache

Cuando la suerte qu' es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.
Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!
Con este tango que es burlón y compadrito
se ató dos alas la ambición de mi suburbio;
con este tango nació el tango, y como un grito
salió del sórdido barrial buscando el cielo;
conjuro extraño de un amor hecho cadencia
que abrió caminos sin más ley que la esperanza,
mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia
llorando en la inocencia de un ritmo juguetón.

Por tu milagro de notas agoreras
nacieron, sin pensarlo, las paicas y las grelas,
luna de charcos, canyengue en las caderas
y un ansia fiera en la manera de querer...

Al evocarte, tango querido,
siento que tiemblan las baldosas de un bailongo
y oigo el rezongo de mi pasado...
Hoy, que no tengo más a mi madre,
siento que llega en punta 'e pie para besarme
cuando tu canto nace al son de un bandoneón.

Carancanfunfa se hizo al mar con tu bandera
y en un pernó mezcló a París con Puente Alsina.
Triste compadre del gavión y de la mina
y hasta comadre del bacán y la pebeta.
Por vos shusheta, cana, reo y mishiadura
se hicieron voces al nacer con tu destino...
¡Misa de faldas, querosén, tajo y cuchillo,
que ardió en los conventillos y ardió en mi corazón.
Que el mundo fue y será una porquería,
Ya lo sé;
En el quinientos seis
Y en el dos mil también;
Que siempre ha habido chorros,
Maquiavelos y estafaos,
Contentos y amargaos
Valores y dubles,
Pero que el siglo veinte es un despliegue
De malda' insolente
Ya no hay quien lo niegue;
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en un mismo lodo todos manoseaos.
Hoy resulta que es lo mismo
Ser derecho que traidor,
Ignorante, sabio, chorro,
Generoso, estafador.
Todo es igual; nada es mejor;
Lo mismo un burro que un gran profesor
No hay aplazaos, ni escalafón;
Los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
Y otro roba en su ambición,
Da lo mismo que si es cura,
Colchonero, rey de bastos,
Caradura o polizón.
Que falta de respeto,
Que atropello a la razón;
Cualquiera es un señor,
Cualquiera es un ladrón.
Mezclaos con stavisky,
Van don bosco y la mignón,
Don chicho y napoleón,
Carnera y san martín
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches
Se ha mezclao la vida,
Y herida por un sable sin remaches
Ves llorar la biblia contra un calefón.
Siglo veinte, cambalache
Problemático y febril
El que no llora, no mama,
Y el que no afana es un gil.
Dale nomás, dale que vá,
Que allá en el horno nos vamo a encontrar.
No pienses mas, echate a un lao,
Que a nadie importa si naciste honrao
Que es lo mismo el que labura
Noche y día como un buey,
Que el que vive de los otros,
Que el que mata o el que cura
O esta fuera de la ley.


Actividad 4


  1. Observen atentamente los cuadros “Sin pan y sin trabajo” y “la sopa de los pobres”
  2. Determinen qué puntos de contacto tienen con las letras de tango leídas y con el cuento de Borges. 
  3. Escriban un cuento o un poema en el que se aborde alguno de los tópicos del tango y de la vida arrabalera. Tengan en cuenta al escribir:
  • La idea de fracaso
  • Las relaciones entre hombre y mujer
  • El uso del lunfardo y el cocoliche
  • El uso de la primera persona
  • El contexto socioeconómico de la época

https://lh6.googleusercontent.com/Qz-WayB2ATTe2h6zUZFJn7vetk6S4cfwy3mdJLP8KIQnLTImi8RbPG_PULdVUFH_NKAo4oX9IeQethODvoGEhkaLyKD9YJUHNv0J0ecIWPamJQsDPmxBVCAJi1hntU0PPzSHdnafzePrOlMIMw

Sin pan y sin trabajo (1894) Cárcova, Ernesto, de la. Óleo sobre tela, 125,5x216cm. MNBA, Buenos Aires


https://lh6.googleusercontent.com/zFShz5yulQn87kWGcSSLXx382zqzkw_5e4qOgOtacTAuC8Nmqf0khvByKB8rx55x1crZkBHk47YoXQA2H3vZYOdYN3QeSdQhnVGyAWuPlYN_qNaNvuKOu7ZzGNu9hSaBLS0Adflny_SjlbUccw   La sopa   de los pobres (1884) Giuduci, Reynaldo. Öleo sobre tela, 147x228 cm. MNBA, Buenos Aires

Comentarios

  1. Hola! Para todos los 6tos de la escuela. Saludos. Yo soy la profesora de 6to 4ta. Mí email es rvrobledo20111@yahoo.com.ar

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  2. Como hago.. le tengo que sacar captura a esto.. Para pasárselo a un compañero que tengo.. Por que no tiene Internet para hacer esto y.. No le puedo hacer la captura al trabajo... Necesito ayuda

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    Respuestas
    1. No sé de qué curso sos, pero las preces también estaban mandando las actividades. Si necesitan pasarlas WhatsApp.

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  3. Hola! Desde el celular puede ingresar al blog

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  4. Profe se le agradecería que no use esos colores con el verde, yo que tengo problema en la vista me cuesta descifrar lo que dice.. Gracias

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    Respuestas
    1. Sabe q día hay q pasarle la tarea ??

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    2. Las actas tienen una fecha de entrega que es el 31/ 3. Después de esa fecha, si continúa el aislamiento se darán más tareas.

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